Con el entusiasmo y la curiosidad que puede tener una chica de 23 años que está transcurriendo 3 semanas en un país extranjero que tendrá seguramente la posibilidad de conocer a gente de todo el mundo y que podrá mejorar su nivel de español.
Todo parecía un gran desafío y yo no sabía que esperarme, pero estaba segura de que el país que tenía que visitar era España, la patria del flamenco, toros, paella y de la vida nocturna o, por lo menos, esto fue lo que leí en la guía turística.
En particular, mi destino era Valencia, la ciudad por excelencia de la paella. Había escuchado muchas opiniones diferentes y contradictorias acerca de este lugar, muchas de las cuales ¡ahora las puedo negar!
Cuando llegué, o mejor dicho, cuando todavía estaba en el avión, tuve el placer de conocer a un chico de Valencia: esto fue un «inicio» a la altura de mis expectativas. Gracias a él, incluso antes de tocar el suelo español, yo sabía que, a pesar de lo que todos los turistas piensan, la paella se come al almuerzo, no por la noche. Además, él me habló de la «ruidosa» tradición del mascletá durante el festival de las Fallas, y también de los clubs más interesantes de la ciudad.
¡Todas estas informaciones me hicieron hundir en esta nueva realidad! Lo que pasó después fue una serie de agradables sorpresas: la familia me acogió inmediatamente y resultó ser como mi verdadera familia porque me dio mucha atención. La casa era muy cómoda, grande y cerca de la escuela y, finalmente, la escuela misma, donde conocí a gente muy agradable y encantadora.
Finalmente llegó el primer viernes y aproveché de este día para disfrutar de la ciudad durante todo el fin de semana con la familia antes de empezar las clases y mi práctica. Fueron tres días interesantes e instructivos: llegué a conocer algunas cosas de la Comunidad Valenciana y de Benimaclet, el barrio donde vivía y donde se encontraba la escuela. Por otra parte, me familiaricé con los medios de transporte, e hice un recorrido por el centro histórico donde compré un ventilador que resultó ser fundamental para sobrevivir al calor del verano.
El lunes fui a la escuela, conocí a nuevos estudiantes y a algunos profesores que nos dieron la bienvenida. Luego, entramos en una sala grande donde uno de los profesores nos saludó, nos explicó las reglas y los horarios de la escuela y donde nos dividió en diferentes grupos, según el nivel de conocimiento del español de cada alumno.
La clase en la que he cursado era muy estimulante, los estudiantes se sentían motivados y querían aprender más de lo que se podía porque los profesores eran muy competentes y disponibles. Mis clases estaban finalizadas a la preparación del examen final del DELE y esto un poquito me preocupaba porque pensaba que el trabajo en clase y la tarea en casa resultaban difíciles para mí. Pero todo esto no pasó, más bien, lo que hicimos ni una vez fue aburrido. Cada clase era interesante y divertida. El mérito va a mi maestro, por su paciencia y dedicación.
Cuando no tenía que cursar, trabajaba en la oficina de marketing de la escuela, ayudando a traducir la página web y los artículos del blog, o a investigar. Tenía que demostrar que yo estaba a la altura y por eso tuve que desarrollar mi trabajo en la mejor manera posible, y esto fue muy emocionante. Además las faenas no me pesaban y todo resultó agradable por la atmósfera de armonía y tranquilidad que se sentía entre todas las personas que componen la escuela AIP Language Institute: desde los alumnos hasta los maestros y los jefes.
También tuve el placer de participar a las actividades extracurriculares organizadas para los estudiantes. De esa manera conocí otro aspecto de Valencia, menos cultural pero aún más característico: lo de las fiestas a las que yo y los otros estudiantes fuimos, sea en la zona del puerto, sea en el barrio del Carmen.
Ahora que mi viaje se ha acabado, puedo aconsejar a todos que, por lo menos una vez en su vida, hagan esta experiencia en la escuela de idiomas AIP, porque para mí fue inolvidable. Lo único negativo ha sido la melancolía durante mis últimos días allí en Valencia, pensando que pronto habría tenido que volver a casa.
Chiara Tramontani