Don Quijote de la Mancha
Cada uno es artífice de su propia ventura.
Un amigo me dijo una vez que para aprender español o una otra lengua, no bastaba con saber hablar esa lengua, sino que también debías formar parte de todo lo que la rodea; para ello deberías apreciar su cultura, vivir el ambiente en el que se desarrolla y, por supuesto, conocer a su gente. A pesar de lo bien que sonaba la frase de mi amigo, durante mucho tiempo no tuve claro si lo que me había dicho era cierto o no. Solo lo vi claro el día en que me despedí de Evgenia, una chica de San Petersburgo de apenas 24 años que había decidido probar suerte y venir a España para desarrollar su trabajo de diseñadora web en Valencia. Ella había elegido nuestra escuela para aprender español, y estuvo con nosotros algo más de seis meses.
Obviamente, a Evgenia la conocí en clase, y sí, yo era su profesor. Según pude saber, había destinado buena parte de sus ahorros a estudiar español en nuestra escuela. Nos había elegido porque había oído que Valencia era una ciudad mediterránea donde se puede ir a la playa durante todo el año, (sobre todo si eres ruso y estás habituado al frío) y porque había leído en nuestra web que en nuestra escuela contábamos con la mejor calidad dentro y fuera del aula, con un equipo de profesores muy capacitado, la mayoría de ellos examinadores DELE del Instituto Cervantes.
Evgenia era buena en clase no solo porque prestaba atención y participaba siempre que podía, sino porque además de participar en todas las actividades y viajes que organizaba la escuela, había hecho un grupo de amigos españoles que estudiaban inglés en nuestra escuela. Quedaba con ellos continuamente y, al cabo del tiempo, terminó por compartir piso con dos de ellos.
El progreso de Evgenia fue tan brillante que en mi última tutoría no pude evitar preguntarle por su experiencia con nosotros. Valoró, por supuesto, el hecho de que en clase usáramos Pizarras digitales interactivas, lo cual la había ayudado a aprender español mucho mejor de lo que había imaginado, también dio importancia al hecho de que las clases hubieran sido tan divertidas, pero lo que más le había gustado era la posibilidad de poder conocer gente española en la escuela y en el barrio.
Me dijo en pocas palabras que en AIP Language Institute, las clases no terminaban en la escuela, sino que siempre había ocasiones en las que se veía “forzada” a usar el español, ya fuera en la cafetería de enfrente de la escuela o a la hora de comer en el hall rodeada de españoles. Le impactó lo fácil que era entablar una conversación en la parada del tranvía que hay a 5 minutos de la escuela y que te lleva a la playa en 5 paradas. Le encantó poder conocer a tanta gente amable durante las fallas, en la Tomatina, de la mano de nuestra compañera de Actividades o junto con algún profesor de la escuela….
Fue gracias a Evgenia, quien, por cierto, todavía vive aquí en Valencia, que entendí que efectivamente, aprender español era mucho más que saber hablarlo. Aprender español era vivirlo, y para ello, ningún lugar mejor que nuestra escuela, AIP Language Institute, donde el reto de aprender un idioma se transforma en una vivencia fantástica.